Entrevista a las coordinadoras: “esta acogida está siendo un obra benéfica con muchas manos y muchos corazones”
La Fundación Altius, desde que se inició el conflicto en Ucrania ha estado atendiendo a las necesidades que la contraparte en la frontera polaca demandaba con envíos semanales de comida, medicamentos, ropa y otros productos de primera necesidad.
Pero la gran labor de la fundación ha sido gestionar el traslado de cientos de personas para venir a nuestro país. Elaborar las listas de desplazados, contratar transportes, y ya en España, buscar casas y familias de acogida además de ayudarles con los trámites burocráticos.
Buscar refugios para estas personas que llegan a nuestro país tras días de viaje huyendo de un conflicto tan desolador, está siendo un gran reto, pero cuando se consigue, supone un gran logro y una gran alegría. Hoy os hablamos de Cifuentes, un pueblo de Guadalajara de unos 1.600 habitantes, que a día de hoy es el hogar de 44 ucranianos.
Altius ha conseguido que la asociación católica Hakuna les ceda durante unos meses el antiguo Convento de “Nuestra Señora de Belén” para que sea la residencia temporal de este grupo de desplazados compuesto por 21 mujeres, 6 hombres, 6 niños menores y 11 niñas menores que conforman 19 familias distintas.
Su manutención está corriendo a cargo de Altius desde que a principios de abril llegaron a Cifuentes. Luz, agua, comida… pero lo más importante podría decirse que es la manutención de la paz y los ánimos. De eso se han encargado dos maravillosas consagradas que voluntariamente se ofrecieron a acompañarlos durante las primeras semanas de adaptación. Fabiola Marton y Patricia Sánchez nos cuentan en la siguiente entrevista los detalles del día a día de estas 44 personas que poco a poco se han convertido en una misma gran familia.
¿Cuál es el perfil de estas familias?
La mayoría del grupo son de la parte cercana a Rusia. Por lo que nos han contado, hay niños cuyos colegios ya no existen. Muchos vienen de zonas destruidas. Todos están aquí con la incertidumbre de qué pasará. Las mujeres tienen a sus esposos en Ucrania, en algún caso también a sus hijos mayores. Son gente formada y con estudios y profesiones muy diversas: dependientas de tienda, esteticistas, profesoras, economistas, funcionarias, costureras, arquitectas… entre los hombre, ya mayores, hay ingenieros y constructores.
¿Cómo fue la llegada de los ucranianos y sus primeras impresiones?
Cuando llegaron tenían caras que expresaban inseguridad, miedo, incertidumbre e incluso ansiedad. En el grupo no se conocían todos, pero había grupos de amigas, gente que se ha unido para afrontar la salida de Ucrania y ayudarse. Aún así la llegada a un pequeño pueblo del interior de España, a un convento muy antiguo cuyo exterior está medio en obras y el interior a medio equipar, no ha sido fácil para ninguno. Así que el momento de arrancar fue difícil. Prácticamente nos faltó de todo y venían ellos cargados con experiencias muy difíciles de guerra. La mayoría había estado entre 5 o 7 días de viaje para llegar hasta Cifuentes, por lo que el cansancio también era un factor importante.
¿Cómo organizáis el día a día? Limpieza, comida, clases…
En general se han organizado ellos mismos en la distribución de las responsabilidades de la casa. Limpian cada día y se van turnando. Hay una cocina común y cada familia se prepara su comida. Hay veces que se cocina para todos como cuando hay un cumpleaños o cualquier otra pequeña celebración.
Yuliia es nuestra coordinadora de la cocina, es una mujer espectacular. Ella recibe los alimentos que nos llegan desde Altius, los reparte en grupos y coordina la despensa. Gestionar la comida para 44 personas no es nada fácil y menos cuando cada uno tiene sus gustos y sus costumbres. Yuliia además es peluquera y estamos inmensamente felices porque ya ha encontrado un trabajo en la peluquería del pueblo.
Una o dos veces a la semana viene Pepe, un señor del pueblo que es cocinero y nos prepara comida española. El resto de los días se come comida ucraniana muy rica.
En cuanto a clases, tenemos la suerte de contar con una profesora de español por la mañana que es ucraniana, vive en el pueblo y habla bien español y sabe enseñar el idioma. Es Darya que ayuda en las clases de español y además está presente haciendo de puente y dándonos consejos. Nos da clases de lunes a viernes de 9:30 a 11:00 aunque siempre se alarga porque ve que la gente tiene mucha sed de aprender el idioma. Los miércoles por la tarde nos da clases Juan, el profesor de la escuela de adultos de la zona. Las da ex profeso para nosotros y de manera gratuita. Muchos ya van cogiendo el idioma así que entre eso y el Google translate, nos vamos apañando.
Pero no todo ha sido fácil para vosotras como coordinadoras
¡No! De hecho el inicio estuvo lleno de dificultades, emergencias, conflictos, faltas de previsión, cosas que no se hablaron y que crearon roces y falsas expectativas. Se entiende que es una situación de emergencia y los imprevistos y las necesidades de las familias han sido muchos y muy diversos. La llegada fue muy precipitada y estaba todo a medio hacer tanto de limpieza como de orden y en un principio la mano de obra escaseaba. Gracias Dios y a toda la ayuda que hemos recibido, poco a poco fue mejorando la situación.
¿Cómo fue la reacción del pueblo ante estos nuevos vecinos?
Sencillamente impresionante. Rápidamente nos ayudaron a conseguir las cosas más básicas. Algunos de los ucranianos llegaron con una pequeña maleta, otros con solo una bolsa de plástico, otros directamente no tenían nada. Pero cada persona y organización del pueblo se volcó en conseguir lo que nos faltaba. Recibimos mantas, calentadores, vasos y cubiertos suficientes, zapatos, ropa de cama y un largo etcétera.
El alcalde, Marco Campos, ha estado muy presente en cada paso ayudando en primera persona para que se instalen bien las familias. Él ha sido una figura clave y siempre disponible. En los primeros días nos hizo un tour con guía turística y traductor por el pueblo. La biblioteca no tardó en comprar un diccionario ruso – español. La panadería de Cifuentes cada día nos regala el pan desde que estamos allí.
El centro de salud nos atendió muy bien, impresionante servicio en cada momento. El colegio y el instituto se adaptaron e hicieron una fiesta de bienvenida a los niños. Recibieron mochilas, materiales para las clases de todo tipo, clases de español, profesores que hacen doble trabajo por ayudar a los ucranianos. La guardería muy atenta de acoger.
A pocos días de nuestra llegada, hubo un concierto en la iglesia del pueblo a benéfico de estas familias. El Día del Libro leímos en el auditorio del pueblo dos cuentos en español y también en ruso. Hubo después la posibilidad de comprar libros y el ingreso otra vez fue para Ucrania.
En este tiempo también hemos participado en una maratón familiar de seis kilómetros, un evento grande y de mucho disfrute y unión con el pueblo. Nos regalaron las camisetas y esto nos hizo sentir de manera muy patente que ya éramos parte de Cifuentes.
No tenemos palabras para agradecer a cada uno de los vecinos lo que han hecho por todos nosotros. Todos son conscientes de que hay muchas personas detrás ayudando.
La mayoría de ucranianos son gente de fe.
Si, la mayoría son ortodoxos y practicantes de una u otra manera. La Pascua la hemos celebrado dos veces. Una vez en la fecha según nuestra tradición ayudando con los pasos de la parroquia de Cifuentes, algo realmente bonito e integrador y otra vez en la fecha de ellos, que es una semana después. Además, hemos inaugurado una “capilla” en la casa con dos iconos. Uno de ellos es el icono de San Nicolás que ha pintado un seminarista de Madrid y nos lo ha comprado y regalado una chica estudiante de San Dámaso. San Nicolás es un santo importante para el pueblo ucraniano y van allí a poner velas y a rezar.
¿De quien más se percibe la ayuda?
Por supuesto de Altius, no solo toda la comida viene de la fundación, siempre que surge una necesidad material, sean gafas, medicinas, incluso una biblia bilingüe, ahí está Altius. Saben que es la fundación quien les ha traído y les acoge, quien ayuda en los trámites con la embajada, organiza las salidas culturales y quien busca los voluntarios para otras tareas.
Tampoco nos podemos olvidar del Colegio Everest que nos cedió uno de sus autobuses para hacer diversos trámites y de la inmensa ayuda que son los voluntarios que vienen desde Madrid para los muchos traslados que hemos necesitado ya sea a la policía de Guadalajara, para las citas de solicitud de protección temporal, o la llegada de los ucranianos a Cifuentes. Sacrifican toda una mañana para acompañarlos en las gestiones, luego los invitan a tomar café, conviven con ellos y les regalan su tiempo con muchísima generosidad, calidez, y cariño que, sin duda alguna, se nota en cada momento.
La asociación Hakuna que ha cedido la casa y ha hecho posible todo esto. Además, sus voluntarios animan los fines de semanas organizado talleres de cocina y de pintura. También han ayudado con la logística y organización de la casa pegando carteles con traducciones para saber dónde están las cosas de higiene, las medicinas, los utensilios de cocina. Y en otras necesidades que surgieron, como montar las habitaciones cuando llegaron.
El grupo hotelero Atelier Petit Palace nos ha comprado maletas, comida y muchos productos de higiene. El padre Jacobo y su grupo hizo una donación de carne y varias cosas. Muchas personas que han donado comida, carne, móviles, gafas de sol, ropa de todo tipo…Incontable. Y se nos olvidan cosas seguro.
Sin duda alguna, la ayuda que cada uno fue poniendo al servicio de las familias ucranianas, han hecho que todo esto salga adelante y que sea una ayuda más completa y más bella, pues de alguna manera esto hace y permite que se siga haciendo una obra ¨benéfica¨ con muchas manos y muchos corazones.
Por último, ¿cuál es el siguiente reto para esta comunidad que se ha formado?
Ahora lo importante es ayudar a todos y cada uno de ellos a que consigan una vida autónoma y para ello es fundamental que encuentren trabajo. Nos llegan buenas noticias cada día. Cinco de ellos van a trabajar en la Panificadora Alcalá y otros tantos ya se están moviendo por la zona para conseguir empleo. Ojalá puedan rehacer su vida y ser felices. Muchos esperan que acabe el conflicto para volver a su país, pero mientras tanto, saben que aquí también tienen su hogar.